A veces tras una ausencia acontece una presencia.
En la melancolía se cobijan nuevas imágenes
que parecían invisibles a la memoria,
al recordar cada imagen, ésta contiene dentro otra
y así sucesivamente, aparecen como Matrioskas,
dandose a luz unas a otras.
Mi tía me contó que la abuela quemó una caja de zapatos
queriendo borrar huellas.
Esto me hace darme cuenta
que siempre tuve la intuición de que en mi casa
había pocas fotografías que hablaran de mi pasado familiar.
Las que conservamos me llevan a la sensación
de tener trocitos de tiempo entre mis manos,
a mirar mis recuerdos e imaginar el pasado de los otros.
¿ Cómo era mi casa?...
Sus objetos, la boda de mis padres,
mis hermanos mayores cuando eran niños y
un hermano de ocho años y un abuelo a los que nunca conocí.
Soy consciente de que cuando estoy viendo las fotografías,
las historias que cuentan forman parte de un mundo real y también inventado.
Aun así, me gusta esa dulce trampa,
incluso juego con esas imágenes de gente anónima
mezclando fotografías y creando otras vidas,
otros mundos,
hechos de...
días que nunca viví.
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