Observar, andar
y dejarse llevar por los pies.
Es un juego que uno sólo aprende
si no sabe adónde va.
si no sabe adónde va.
Caminar para sentir no sólo esa
realidad aparente que los ojos ven, sino la que se
esconde detrás de lo ya mirado.
Al pisar con
los ojos, uno está abierto a lo que acontece,
haciendo un camino hacia
algún lugar cercano pero a la vez desconocido y oculto.